viernes, 18 de marzo de 2011

La Secta


    Quiero iniciar diciendo: Que solo la palabra es vínculo, el  fiel  testigo del inicio; lo dicho; lo pensado o lo escrito; en su interior,  no expresan  ningún sentido.  Yo he tratado de encontrar la palabra; la he buscado por toda la habitación. Al principio me pareció una campaña sencilla, bastaba solo escudriñar entre todo ese tumulto de frases, relacionadas o no, y así de esta forma, invocarla, hacerla mía.
Me resulta fácil, creo yo, descifrar con lujo de detalle, el verdadero carácter y propósito de cualquier mensaje, idea o relato; pero a pesar de todos mis ánimos falle irremediablemente en mi intento.
    Escogí con sapiencia de gourmet al autor que ahora tengo entre mis manos; huelga decir que las recomendaciones fueron excéntricas y variadas; provenientes de ilustres personalidades en diversas artes; enumeradas sin dudar, aun si estas fueran  descabelladas, con lujo de detalle; advirtiéndome leer estas líneas sin nadie cerca; cualquier relación con algo externo al nicho que yo,  posteriormente escogería para mi lectura, sería intolerable e inadmisible, repercutiendo inevitablemente en los resultados de la transformación; había espacio también  para los lineamientos en materia culinaria; tan solo mi abastecimiento consistiría en frutas secas, cierto tipo de licor, suave de preferencia; mezclado con la sangre de una paloma viva, que yo alimentaría y cuidaría hasta habiendo terminado la lectura; teniendo especial cuidado de no herirla de muerte, en cada toma de  sangre, realizada mediante una pequeña aguja, por punción, cerca de la entrepierna.      
    La revisión del texto, seria de forma pausada, lenta, poniendo especial énfasis en cada punto, cada coma, espacio, ó verborrea infinita con el cual el autor había dotado a su obra.
Todas las noches dirigía mis pasos hacia un punto indeterminado, mis pasos me guiaban, mas no el raciocinio; así pues esa ocasión no fue la excepción. El camino se confundía con mis pasos, se requería más que un lugar cálido y seguro para iniciar esta sesión; nada sería igual después de esta noche, esa impresión o sensación, revoloteaba en mi mente por más tiempo atrás, que lo que la memoria me permite. Era ya mucho tiempo invertido; el deseo que aquella lectura fuera por fin la que me devolviera la razón de mi ser, se había transformado de una búsqueda sutil a una paranoica obsesión de poseer un lazo hacia una iluminación plena, alejada de la núbil o inútil conciencia de mis actos,  no era pues, un instrumento la palabra, no, era la razón misma de mí existir, sin ella: “yo no sería”....  si es que en algún momento yo era algo más que lo que el espejo reflejaba.    
    Mi búsqueda no era un cliché superficial, representaba años de dirigir mis facultades hacia una conciencia universal que me permitiera acceder hacia espacios más complejos. Esta vez no sería la palabra mi instrumento, yo formaría parte de su sentido, de su necesidad de abrirse paso entre tanta mentira abanderada  por  la palabra literatura.
El autor no importaba, tales textos tan solo representaban el sentir de un alma, en cambio yo la transformaría hasta hacerla irreconocible hasta para su propio autor.          
Todos, completamente todos los consejos fueron sutilmente cubiertos  y cabalmente seguidos al pie de la letra, pero no bastaron; yo seguía ahí, después de tres meses de incesante búsqueda; suplicando por mi alma, a ese alguien que me había mantenido de pie, sin más alimento que el indicado. La paloma había muerto hacía ya un mes; su néctar había sido sustituido por mi propia sangre, que mezclada con mis excreciones era el único liquido potable disponible.
    La iluminación no llegaba,  la busque en aquel prologo salpicado de infinita paciencia; en aquella estructura austera; en aquel clímax orgásmico; pero fue inútil, poco a poco el conglomerado de hojas fueron siendo menos, y yo seguía igual que al principio, sin mas remedio que la sola presencia de mi alma, y el castañear de mis dientes; el viento helado se filtraba  por el hueco que había dejado una pedrada en la ventana, quizá del casero que cansado de golpear la puerta una y otra vez, con esperanzas de que yo la abriera, había cumplido su amenaza de dejar que yo muriera de inanición, condenando  mi alma y prometiendo que mi cuerpo solo seria alimento de perros hambrientos.
El alquiler tan solo cubría un mes de renta, y mi estancia se había perpetuado ya por tres meses.    
El terror de encarar a aquellos que gustosos me recomendaron a este autor, me hace palidecer; que les diré ahora, cuando me interroguen de este o aquel concepto vertido en el interior de sus páginas; en sus relaciones con este o aquel movimiento cultural; la falta de alimento poco a poco fue mermando mis ánimos, mi psique convulsionaba atrozmente, hasta dejarme en un estado casi de obnubilación, mi aspecto era deprimente; la barba crecida, el insoportable hedor filtrándose  por cada poro de mi piel; mis sentidos al cabo del cuarto mes se habían alejado tanto de mi razonamiento  que el delirio, casi imperceptible, era suficiente  para que las alucinaciones visuales y auditivas, me transportaran a un mundo totalmente ajeno a la realidad.
    Las horrendas mutaciones que dotaban formas extrañas a mis pertenencias,  muebles o mis extremidades; hubieran plantado la semilla de la locura, en cualquier alma tímida, la mía, en cambio, se prestaba al jugueteo con los bichos que poblaban la habitación; en ocasiones alguno de ellos, me leía al oído,  ya que cansados de sostener el libro, mis brazos permanecían inertes por horas, debido  también a la continua punción a la que eran  objeto.  La sangre que hábilmente mezclaba con mis fluidos corporales en sustitución de liquido vital, me impregnaba la piel de un tinte ictérico, macabro; no tardo en filtrarse el rumor que mi estancia en aquel  pulguero se debía a razones de fanatismo religioso, las comadronas del poblado organizaron visitas al hostal donde me encontraba, haciendo ver a sus parturientas que con solo rozar su voluptuoso vientre al calce de mi puerta, sus semillas florecerían con la misma sabiduría que yo le daba a mi existencia.
    Los pastores desde el altillo, instaban a su comuna para profesar la misma devoción que yo tenía para mi Dios; sin temor a  alejarme del mundo que según ellos estaba próximo a concluir.
El vengativo casero ideo hábilmente, una forma de retribución a los gastos que yo le ocasionaba, que a excepto de la falta de mantenimiento o aseo del cuarto, eran nulos. Inicio cobrando a cualquier visitante que ya sea por curiosidad o fe, pidiera rozar mi puerta, posteriormente  invento mitos y relatos referentes a mi persona y mi forma de vida en su hostal; su idea cobro rápidamente adeptos; no sólo eran ya visitantes de paso, sino una secta conformada de hombres y mujeres, provenientes de diferentes lugares, ávidos de tener una nueva forma de ascensión, de prepago para una vida, después de su muerte, mucho más placentera.
    El pastor comprendió que su religión no poseía tanta fe, y prefirió dejarse llevar por el conglomerado de seguidores que veían en mí, a su salvador; esperando bajo mi ventana, el día elegido o marcado para la procesión final.
Era de esperarse que aparecieran detractores, los cuales fueron discretamente acallados bajo el yugo de la espada; el casero dejo el oficio de hospedero y se alzo como el guardián de mi palabra, que según él, escuchaba de mis labios  todas las noches, para anunciar mis deseos al día siguiente, a los feligreses.
Ahora yo no sé si existo tras la puerta que mi secta resguarda celosamente,  y a decir verdad, no estoy seguro si alcancé o no,  la tan ansiada iluminación; a veces me veo a mí mismo siendo alimento de raras formas de vida, que habitan aquel cuartucho; veo a través de los ojos de todos aquellos que encontraron sus pasos en mis enseñanzas, en mi palabra; aquella que busqué desde el principio, pero que nunca, conscientemente encontré, o llego a salir de mis labios.
    Mi mente desata tempestades.  Juez cruel de enemigos y cariñosa esperanza de seguidores; soy la palabra que nunca se menciono; soy el fuego avivado por miles de conciencias; limosna de mendigos y tesoro de pastores; soy el castigo de asesinos, la guadaña de los labradores; sacrificio de inocentes; Silencio infinito.... que funde  la boca de los pecadores.

                                                                       Dr.Alejandro Alcaraz G.
                                                                                                       

martes, 8 de marzo de 2011

A veces...


A veces quisiera no tener corazón
Que todas esas tardes de soledad
Y el dolor fueran para mi
La savia de la vida.

A veces quisiera no tener corazón
Así la ausencia seria menos
El desprecio un cumplido
Y la indiferencia un valor.

A veces quisiera.....
Pero no puedo
Si tan solo un poquito
Quizás un ventrículo
Y así ya no me importe tanto
Tu lejanía.

A veces quisiera no tener corazón
Vivir de mi,
y al hablarme me conteste
una dulce voz que me invite a soñar
en un atardecer
en un guiño
en una palabra que cambie
por completo mi sentir
y me haga entender
que aunque no tenga corazón....
el tuyo me estará llamando,
susurrando,
venciendo todo este malestar
enseñándome que aunque lejos
tu mirada prendida esta a mi.
Pero..... necio soy
Y la paranoia de no tener corazón
Solo tu...
 
Me la quitaras por fin.